Wednesday, May 17, 2006


CONCLUSION



Viajar es partir con una intensión y obtener como resultado un regalo impensado. Solo en viaje entiendes por que amas un lugar, y por que amas a ciertas personas. Comprendes el sentido del terruño, de cual es tu lugar en el mundo. O bien descubres, con mayor o menor sorpresa, que no tienes un lugar al cual aferrarte.
Viajando uno entiende que por muy lejos que llegues, para alguien es su propia casa, tan natural, tan cercana y cotidiana. Puedes estar muy lejos de tu lugar y sientes que sigues siendo parte de una gran comunidad. A veces ser un turista tiene sus ventajas y luego te sientes parte de un ganado que consume todo el pasto que le dan.
Al viaje hay que acudir sin temor, hay que dejarlo en la tierra natal. Debemos aprovecharnos de ese velo que nos hace caminar por lugares remotos ignorando su presente, desconociendo las fronteras que separan un barrio de otro y sus consecuentes riesgos. Disfrutar de la no pertenencia al lugar, que posibilita caminar entre muchedumbres inyectadas de potenciales peligros sin el fantasma de las desgracias.
Las grandes construcciones son un libro abierto que nos hablan de cómo vivieron nuestros antepasados y por eso no es menor, dejar en la arquitectura y en las obras de arte, lo que pensamos y sentimos de nuestro modo de vivir el presente. Si imitamos algo foráneo, nadie podrá recordarnos jamás (inmediatamente me aparece la imagen de la escultura del indio Colo-Colo instalada en el cerro Santa Lucía, que en realidad es un indio apache americano)
Solo sobreviven al paso del tiempo, los primeros, los mejores y los únicos. Solo trascienden a los cambios las culturas que aman ser como son, que luchan por disfrutar sus momentos de vida y así quienes nacieron después de ellos gustarán de recordar lo bien que la pasaban sus ancestros y querrán revivir sus momentos en vida.
Construir el mundo que nos rodea como si estuviéramos cultivando el mismo paraíso, que después de un viaje se convierte en la tierra prometida.
Creer en los sueños y luchar por ellos por muy locos que estos parezcan, sus resultados serán maravillosos si logran romper nuestros paradigmas personales y sociales.
Nunca perder de vista nuestra connotación mortal y pasajera. Que el tiempo hace que nuestros momentos sean únicos e irrepetibles y que si no los vivimos con total lucidez los habremos perdido para siempre. Nadie más logrará ni concretará lo que nosotros no hicimos.
Para dar con un resultado hay que salir con una intención. Si no se va con un propósito por la vida, esta te dará la dirección que más le acomoda y no la que más te sirva. Pero con una misión bajo el brazo, las acciones de la vida se deslizan como bálsamo por los rizos de tu historia, no a pie forzado, en pugna constante por lograr lo que se espera de uno, de la relación de una pareja, del cargo en una empresa o de la imagen de un país.
Obviamente nuestros líderes debieran darnos un propósito como país, que sumado al; “crecer económicamente con igualdad” nos enfoque hacia algo con identidad, como por ejemplo:
Ser los más alegres de América ( por algo estamos mejor o no?), ser los mejores para zapatear ( de hecho lo somos pero no lo sabemos),somos solidarios para las grandes cruzadas pero debiéramos partir por saber dar. Dar un incentivo a quienes nos sirven , felicitar más a menudo, dar gracias por tenernos en paz y lejos del odio entre grupos políticos o grupos racistas, elogiar más y piropear con decencia, cosa que también debieran aprender las mujeres de este país. Este arte urbano se escucha mucho mejor desde un poeta (Chile esta lleno), que de la boca de un maestro de la construcción, aun siendo una casta bastante particular de poetas de la urbe en obra gruesa.
Ser los más ingeniosos, pero no para robar que es nuestra humillante carta de presentación mundial.
Y luego saber mostrar todas estas bondades de manera humilde pero orgullosa, con arte y ganas. Mostrar esplendor y no opulencia. Sabernos alegrar por los logros de alguien que ha creído más en sí mismo, que nosotros. Y disfrutar del beneficioso negocio de hacer las cosas para disfrutarlas sin temor al ridículo, explorando más allá del que dirán, jugándosela por un lugar en la familia, en el lugar de trabajo o estudio, el país y el mundo. Un lugar de felicidad personal y no de apariencias para los demás.


Ahora me encuentro sentado nuevamente en mi escritorio, en el mismo trabajo de hace siete años. Procesando información de un lado a otro, saliendo a fiscalizar edificios, multando a quienes no cumplen con la norma. Así como también sigo haciendo mis talleres de Sueños Lúcidos, las sesiones de Mapa de Vida, Culturas de la Muerte y las Maquetas del Paraíso. Pero algo ha cambiado en mi mirada, en mi cuerpo y en mi actitud. Ahora me siento una parte más de este mundo, un eslabón más de la cadena, una persona con unas cuantas palabras más que decir de lo que todos, como humanidad, hemos hecho. Alcanzo a percibir que es posible ser uno y cambiar el mundo, ser legítimamente yo y a su vez convertirme en el hombre como género.
Estoy con mi pareja, mi hija, mis padres, hermanos y amigos y pese a que nunca he sido tan apegado a ellos hoy veo el valor que tiene cada uno, lo importante que somos todos para todos. Porque nuestro instante es tan breve no podemos desperdiciarlo solo trabajando para nosotros. Debemos dejar parte del regalo y entendernos como un regalo para el mundo y para el universo.
Me acabo de parar y mirar por la ventana, es viernes y todos en el trabajo sonríen confiados de que serán dos días de descanso, nadie piensa en volver, solo en que harán algo que les agrada mucho.
Mi silueta se desdibuja en una tarde calurosa de verano, hoy iré a buscar a mi hija de seis años, e inventaremos un juego, haremos un viaje imaginario hacia aquellos lugares que más le gustan, escudriñaré en sus temores para que algún día ella también logre disolverlos en un viaje. Su felicidad será mi pequeño regalo que recorrerá el mundo en unos años más.

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