Wednesday, May 17, 2006

Capítulo XVIII

VIAJE A FIGUERAS
“el surrealismo soy yo”


Anidándose sobre la cama, de vez en cuando, mi madre dejaba caer un libro y exclamaba: “Estoy cansada, ya quiero volverme”. (Faltándonos tres días para la vuelta).
- Si pudiera me volvería hoy mismo.
- Pero mamá, date permiso para descansar, para aburrirte un poco y dejar de pensar, o bien: piensa en todo lo que hemos vivido y camina tranquilamente por la ciudad.

Luego de 10 minutos, saltaba de la cama y me decía:

- Debemos ir a Figueras a ver las obras de Dalí, no me voy a quedar aquí deprimiéndome en un hotel, para eso pagué por un viaje, debemos averiguar como llegar hasta allá.
- A mi ya no me quedaban fuerzas pero sabía que si lográbamos llegar a ver las obras de Dalí, mi viaje estaría completo.

Resultado: partíamos en tren a las 12 hrs. para Figueras.
Es un viaje agradable, con varias paradas, se puede coger el tren desde la estación que está en la esquina de la casa Batlló. Llegamos en dos horas, con lluvia a un pequeño pueblo. Lo bueno de todos estos pueblitos es que están tan bien constituidos que nunca aprecié desorden, o espacios sucios y residuales.
Llegar al museo es cosa de conejear entre calles y preguntar la dirección a seguir, se llega muy fácilmente.
El museo aparece con sus clásicos huevos blancos coronando la fachada roja, la cual mantiene adheridos panes dorados por todo su perímetro. Pero por qué panes?... porqué Dalí pensaba que el pan era oro divino, el nutriente espiritual que nos salvó en el desierto (maná), Y por que los Huevos?. Dalí siempre dijo que él había nacido de un huevo. De hecho en un documental sale él de un huevo diciendo: “nace aquí Dalí…”, aludiendo al nacimiento de un hombre nuevo. Se ve genialmente Kitsh. (Es como el huevo primordial de los egipcios)
El antiguo y siniestrado teatro del pueblo fue restaurado y convertido en este inusual museo del Maestro del surrealismo. Contemplaba sonriente las fachadas del museo pensando en lo picado que debe haber estado André Bretón (el fundador del movimiento Surrealista), cuando Dalí, haciendo gala de su magistral irreverencia dijo por televisión: “El surrealismo soy yo”. Hay que ser muy cara dura, pero el viejo tenía talento y buscaba siempre impactar de frente hasta retorcer la realidad.
En una de las salas se reproduce un cuadro en donde aparece el rostro de Mae West, una actriz estadounidense de los años 30, que por su controvertida y singular personalidad cautivó a Dalí. Sin embargo además de retratarla convirtió la escena en un set tridimensional hecho en base elementos de un estar: los ojos son dos cuadros en la pared, la nariz es una chimenea y los labios son un sofá. Toda esta escena es una gran sala por la cual se puede circular como si habitaras la obra.
Escondido detrás de las paredes y con la posibilidad de ser visto a través de pequeños orificios se encuentra la versión Daliliana del paraíso perdido. Si miras pacientemente veras una oreja recostada sobre una cama en medio de un jardín por la que pasa un riachuelo de agua que brota de una llave de patio abierta.
Desde muy pequeño, mi padre me mostraba los relojes derretidos sobre una mesa y me decía: “mira que genial este pintor surrealista que se le ocurrió pintar unos relojes así”, me los mostraba con tanta pasión que comencé a mirar más de cerca sus cuadros y para cuando estudiaba en la universidad, estudié el como lograba dar con sus oníricas imágenes.
El planteó un sistema que autodenominó: “paranoico critico”, aludiendo a que, desde la paranoia, se establecen una cadena de acciones plenamente justificadas pero desde una premisa falsa y por consiguiente se generan dobles lecturas de una misma realidad. Cosa que no es muy difícil ver en toda la primera gran etapa de este artista en donde las imágenes se advierten como un cúmulo de objetos que a su vez son un rostro y luego se trasforman, al cambiar la mirada, en un cuerpo desnudo o en un automóvil, etc.
Para cuando Dalí ya era famoso, la guerra, la bomba atómica y los movimientos Dadaísta, Futurista y Surrealista, le otorgaron un replanteamiento y él comienzo de una etapa que llamó: “atómica”, en donde las imágenes paranoicas y oníricas se descomponían en pequeños átomos explotando y que al relacionarlos unos con otros formaban imágenes a dos o tres lecturas distintas.
Su amor por Gala, su esposa, amiga, modelo, musa y administradora de la gran riqueza de Dalí, lo ha hecho merecedor de una gran simpatía por parte de las mujeres que ven en él a un genio loco, parecido a Picasso, pero no tan picado de la araña, sino más bien con un sentido de la fidelidad fuera de serie.
El museo es un cúmulo de obras de realidades fronterizas, sacadas de sueños y conceptos que Dalí amasó a través de su vida. Siempre le gustó ser o aparecer como un loco irreverente, siempre amó a Gala y a su dinero, siempre le dijo sí a una nueva realidad y le regaló a cada pueblo donde el vivió, un museo del cual hoy se benefician sus calmados y pasivos habitantes.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home