Thursday, May 18, 2006


La Casa Milá

Actualmente en “la pedrera”, como la llamaron desde sus inicios allá por el 1906, debido a que se parecía a una mina en la montaña, la ocupan 4 fundaciones de la Caixa de Calalunya, las cuales se encargaron de restaurarla y de abrirla al público de manera universal. Pero esta en sus principios fue construida como un edificio de departamentos de lujo para la burguesía de finales del siglo XIX. Con gran acierto, en la cuarta planta del edificio se encuentra habilitado todo un departamento a la usanza de la época.
Pasearme por una casa burguesa de 1920, con pieza de nana, planchas de fierro, un living modernista que hablaba del origen de la revolución de las formas, y rematando el singular circuito, un cuarto de niño en donde la música de una cajita de cilindro musical me transportaba hacia esos momentos de infancia desteñidos en los cuadros en sepia. Sorprendido aprecié en la pared tres fotografías de niños que probablemente vivieron ahí, el tiempo se detenía y me los imaginaba corriendo por los pasillos. Miraba a través de las hermosas ventanas art nouveau del cuarto y recordaba a Jazmín, mi hija. La música, los niños en sepia, tan lejos de casa y tan cerca de las emociones, Jazmín jugaba en mi cabeza mientras un nudo en mi garganta me llevaba a otra habitación pensando además que esos niños ya habrán dejado de existir o estarán convertidos en un caminante curvado por casi cien años de vida.
Con mucho olfato turístico, se encuentra habilitada una salita en donde se venden objetos de la casa Milá pero en su mayoría son juguetes de la época (carritos de lata, cajitas musicales, caballitos, etc), se lograba respirar la nostalgia de aquellas épocas, pese a que nunca las viví. Por ahí divisé a un gringo que lloraba quizás recordando algún momento de su infancia, con aquellos básicos juguetes llenos de recuerdos.
Arriba en la azotea, la terraza es un paseo por el cual se deambula entre chimeneas, ductos de ventilación y salidas de cajas de escalera.
En cualquier otra construcción esto sería equivalente a andar como un gato sobre el tejado, mientras que en la Casa Milá, uno camina como en un bosque encantado, lleno de curvilíneas policromías. Es una isla situada en lo alto, un momento en la ciudad en donde las cosas cobran otro modo de ser vistas. Por primera vez me encontraba fotografiando una chimenea como si fuera una escultura. Esto es de una enorme visión sobre lo que Gaudí intentaba rescatar. Lograr rever el mundo de lo práctico, apreciar los espacios residuales y mostrar la belleza que estos entrañan.

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