Thursday, May 18, 2006


Capítulo XVI

GAUDÍ Y SUS OBRAS
El Rey de los tejados

Mientras estudiaba arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso, nunca un Arquitecto logró cautivarme tanto con sus obras como lo hizo Gaudí. El estilo internacional impulsado como una revolución nos inspiraba de manos de Le Corbusier, Frank Lloyd Wriht, Mies Van Der Rohe y otros arquitectos que a principios del siglo XX quebraban la regla de las edificaciones clásicas, hacia un modernismo desprovisto de ornamentos y adaptadas a una escala más racional y adecuada al hombre.
Pero mientras la arquitectura avanzaba en la utilización del hormigón armado, Gaudí esculpía la piedra como si fuera una masa moldeable. Cuando todo tendía a liberar la estructura para mantenerla a la vista, Gaudí la maquillaba con el hermoso “trencadiz” (técnica del azulejo quebrado comúnmente llamado mosaico) y mientras los espacios se volvían cada vez más racionales y minimalistas, adoradores del vacío, Gaudí retorcía el cielo para coronar una lámpara, utilizaba piedra y granito en forma de huesos para sostener un muro o equilibraba una capilla a base de pilares de piedra inclinados dando la apariencia de ingravidez que hacían pensar que estabas dentro de una gruta esculpida por la naturaleza a punto de derrumbarse.
Siempre he pensado que para descubrir algo excepcional, es necesario mantenerse al margen de la época o de lo que se usa y está de moda. Hay que buscar en las fronteras de lo conocido, en el límite del mal gusto, en el extremo de lo nuevo, lo impropio, lo inusual, para lograr dar con el secreto de la belleza.
Gaudí vivió a principios del siglo pasado en el barrio gótico, sector por el cual pasaba hoy con gran expectación. Él estudió en un colegio franciscano, en Reus y al emigrar a Barcelona a terminar su instrucción arquitectónica, se alojó en el barrio de el Borne, lugar muy cercano a la iglesia gótica de Santa María del Mar.
Según mi parecer, como vivió durante sus años de estudio junto a su hermano, en las oscuras azoteas de construcciones del barrio gótico. Casi 4 años en un cuarto piso de una construcción del año 1300, le dio la posibilidad de observar tanto la inhabitabilidad de los áticos como su potencial arquitectónico. Cosa que logró llevar a su mayor esplendor en las azoteas de la casa Milá y de la casa Batlló en donde los ductos de ventilación son verdaderas esculturas, las salas de lavado son unas cuevas mágicas llenas de catenarias y esbeltos arcos, las terrazas son paseos dentro de un bosque de mosaicos. El gobierno de estos espacios residuales hizo de Gaudí un rey de parajes de fantasía. Reclamó para sí todo un reinado: el horizonte de las azoteas y los ductos-escultura. El jardín oculto del escultor que sueña en el tejado, que imagina en la altura una gran sala de exposiciones flotando sobre la ciudad. Ya esto no es un sueño, es la terraza de la casa Milá.

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