Thursday, May 18, 2006


VIAJE A ESPAÑA

Capítulo XV

BARCELONA
La personalidad de una ciudad

Desde que estaba en la universidad desee este momento, estar en Barcelona y descubrir entre sus calles las obras de Gaudí.
Europa se adentraba en el invierno, la lluvia no se hizo esperar y de los cuatro días que estuvimos, dos de ellos nos llovió a chuzo.
Barcelona es una ciudad puerto, extensa y equilibrada respecto del turismo, todo está dispuesto para ser recorrido y contemplado. Pues a diferencia de las ciudades de Italia, esta se encuentra más organizada.
Los taxistas, por ejemplo, poseen autos del año, no pueden dejar pasar más de cuatro sin renovar su vehículo, pues luego de ese tiempo, comienzan a requerir más permisos y revisiones que estropean el negocio. Las propinas están estandarizadas al igual que cargar con maletas. Aunque por muy organizados que estén los taxistas, creo que no existe ninguno que no sucumba al deseo de pasear a algún turista despistado por toda la ciudad buscando una calle que se encontraba a la vuelta de la esquina.
Mamá ya venía cansada de tantos viajes e insistía en querer bajarse a visitar los hermosos lugares por los cuales pasábamos raudos, buscando llegar en dos días a España, y en más de alguna ocasión me dijo que deseaba volver.
Parece ser que aunque el mundo se abra a tus pies, la tranquilidad de tu casa será siempre un paraíso difícil de superar. Hay palabras que el cansancio deforma irónicamente y las vuelca sobre la mesa sin importar sus repercusiones.
Mi vieja dijo en uno de esos días mientras almorzábamos: “no se por qué vine contigo” (la invitación legendaria había pasado al olvido. Ni hablar de las señales de la madre y el hijo). Yo me limitaba a pensar que era el cansancio. Sería aquel un rebalse de las tensiones del viaje? pasándonos la cuenta por el esfuerzo hecho durante dos semanas y media?,o sería una dramática conclusión forjada por una convivencia extrema entre parientes cercanos?
Tuvimos que resolver el traspié durante una esquiva conversación en una cena por algún restaurante del “paseo da Gracia” :

- ¿A qué se debió el hecho que me dijeras que no sabías por qué me habías traído?.
- Porque yo también necesito que me hagan cariño!, Mamá respondía incómoda.
- A que te refieres con eso?
- Tu tratabas a la gente con mucho afecto y yo soy tu madre!. Quiero un beso de buenos días como los que yo te daba cuando eras chico.
- Pero mamá, desde cuando que no hacemos eso? Serán veinte años por lo menos.
- Pero nunca es tarde. Me siento sola pese a que vamos juntos.
- Aquellas declaraciones ya comenzaban a calar en mí y estimulaban los recuerdos de infancia, el sabor del cobijo, la frescura que tenía mi madre cuando era joven y yo un niño. Con treinta años más en el cuerpo, ambos recorríamos el mundo solo con el currículum de haber nacido madre e hijo, pero nos faltaba el cariño de ser un trozo de familia circulando por Europa, un conjunto de dos miradas entre miradas ajenas que buscan belleza en las cosas y no amor en las personas.
Decidimos armonizar el viaje y dejar atrás el desamor de los trayectos apresurados e intentamos reinventar un saludo matinal para los días que nos quedaban.

A esas alturas, la noche nos hacia observar las luces de la ciudad cambiando el rumbo de nuestra conversación a temas vinculados con lo novedoso del paseo de “la Rambla”.

La Rambla es un paseo peatonal que se inicia en la Plaza Catalunya y baja en diagonal hasta el puerto. Cubriendo así un tramo de quince cuadras irregulares, comunica a diferentes centros comerciales y en el trayecto uno se topa con esculturas humanas, algunas muy originarles, kioscos de postales y oficinas de información, en una de las cuales compramos un ticket para dos días con el cual recorrimos la ciudad en base a dos tours dentro de una línea de autobuses con cabina descubierta, que te permiten conocer la ciudad y bajarte en los puntos de interés, subiéndote posteriormente, al bus siguiente y de esa manera recorrer la ciudad casi en su totalidad.
Un detalle curioso fue que al comenzar a llover, la mayoría de las personas bajaba al primer piso del bus para resguardarse de la lluvia y el frío, sin embargo, al subir por pura curiosidad, mientras llovía a cantaros, habían unos cuantos gringos apostados en sus asientos, empapados enteros pero como si no pasara nada. Miraban el paisaje urbano con total tranquilidad. Bajé nuevamente pensando por qué lo hacían. Probablemente, para ellos este clima seguía siendo agradable si es que venían de Alemania, Inglaterra de Suecia o Suiza, quien sabe. Pero la imagen de verlos empapados como ovejitas blancas, sus venitas rojas en las mejillas y los lentes medios empañados, me quedó dando vueltas casi todo el trayecto.

La ciudad me pareció atractiva por lo cosmopolita de su fauna urbana. Contrastaba con la opinión que me dio un taxista que sostenía que habían dos clase de turistas: los que sacan fotos y los que se emborrachan y gritan en la Rambla. Se refería a los jóvenes alemanes o ingleses que hacen explotar sus hormonas con drogas y alcohol.
Para mi ya estaba bien ver a personas parecidas a nosotros y hablando en español, pese a que el cincuenta por ciento lo escuchábamos por ahí en catalán. De todos modos me encanta ese tonito que suena como si todo rimara y las frases fueran con nombre y apellido.

Si miras un plano de la ciudad aprecias tantos hitos importantes que crees que fue pensada para ser visitada. Es como si todo fuera un gran living, ese lugar que siempre reluce para las visitas. Aquí cada obra busca sorprender. Desde lo viejo, como el barrio gótico que representa el casco antiguo de la ciudad, cuando era dominio del imperio romano. O su catedral gótica, las pequeñas callejuelas y algunos restos de la muralla que protegía el viejo enclave, hasta lo moderno como las dos torres de la villa olímpica o la torre Agbar, “el supositorio” como le dice la gente debido a su insinuante forma de bala.

Las obras posibles de visitar son interminables, sin embargo mi misión estaba centrada en visitar las obras del arquitecto que más me sorprendió en mis años de universidad, Antoni Gaudí.

Capítulo XVI

GAUDÍ Y SUS OBRAS
El Rey de los tejados

Mientras estudiaba arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso, nunca un Arquitecto logró cautivarme tanto con sus obras como lo hizo Gaudí. El estilo internacional impulsado como una revolución nos inspiraba de manos de Le Corbusier, Frank Lloyd Wriht, Mies Van Der Rohe y otros arquitectos que a principios del siglo XX quebraban la regla de las edificaciones clásicas, hacia un modernismo desprovisto de ornamentos y adaptadas a una escala más racional y adecuada al hombre.
Pero mientras la arquitectura avanzaba en la utilización del hormigón armado, Gaudí esculpía la piedra como si fuera una masa moldeable. Cuando todo tendía a liberar la estructura para mantenerla a la vista, Gaudí la maquillaba con el hermoso “trencadiz” (técnica del azulejo quebrado comúnmente llamado mosaico) y mientras los espacios se volvían cada vez más racionales y minimalistas, adoradores del vacío, Gaudí retorcía el cielo para coronar una lámpara, utilizaba piedra y granito en forma de huesos para sostener un muro o equilibraba una capilla a base de pilares de piedra inclinados dando la apariencia de ingravidez que hacían pensar que estabas dentro de una gruta esculpida por la naturaleza a punto de derrumbarse.
Siempre he pensado que para descubrir algo excepcional, es necesario mantenerse al margen de la época o de lo que se usa y está de moda. Hay que buscar en las fronteras de lo conocido, en el límite del mal gusto, en el extremo de lo nuevo, lo impropio, lo inusual, para lograr dar con el secreto de la belleza.
Gaudí vivió a principios del siglo pasado en el barrio gótico, sector por el cual pasaba hoy con gran expectación. Él estudió en un colegio franciscano, en Reus y al emigrar a Barcelona a terminar su instrucción arquitectónica, se alojó en el barrio de el Borne, lugar muy cercano a la iglesia gótica de Santa María del Mar.
Según mi parecer, como vivió durante sus años de estudio junto a su hermano, en las oscuras azoteas de construcciones del barrio gótico. Casi 4 años en un cuarto piso de una construcción del año 1300, le dio la posibilidad de observar tanto la inhabitabilidad de los áticos como su potencial arquitectónico. Cosa que logró llevar a su mayor esplendor en las azoteas de la casa Milá y de la casa Batlló en donde los ductos de ventilación son verdaderas esculturas, las salas de lavado son unas cuevas mágicas llenas de catenarias y esbeltos arcos, las terrazas son paseos dentro de un bosque de mosaicos. El gobierno de estos espacios residuales hizo de Gaudí un rey de parajes de fantasía. Reclamó para sí todo un reinado: el horizonte de las azoteas y los ductos-escultura. El jardín oculto del escultor que sueña en el tejado, que imagina en la altura una gran sala de exposiciones flotando sobre la ciudad. Ya esto no es un sueño, es la terraza de la casa Milá.

La Casa Milá

Actualmente en “la pedrera”, como la llamaron desde sus inicios allá por el 1906, debido a que se parecía a una mina en la montaña, la ocupan 4 fundaciones de la Caixa de Calalunya, las cuales se encargaron de restaurarla y de abrirla al público de manera universal. Pero esta en sus principios fue construida como un edificio de departamentos de lujo para la burguesía de finales del siglo XIX. Con gran acierto, en la cuarta planta del edificio se encuentra habilitado todo un departamento a la usanza de la época.
Pasearme por una casa burguesa de 1920, con pieza de nana, planchas de fierro, un living modernista que hablaba del origen de la revolución de las formas, y rematando el singular circuito, un cuarto de niño en donde la música de una cajita de cilindro musical me transportaba hacia esos momentos de infancia desteñidos en los cuadros en sepia. Sorprendido aprecié en la pared tres fotografías de niños que probablemente vivieron ahí, el tiempo se detenía y me los imaginaba corriendo por los pasillos. Miraba a través de las hermosas ventanas art nouveau del cuarto y recordaba a Jazmín, mi hija. La música, los niños en sepia, tan lejos de casa y tan cerca de las emociones, Jazmín jugaba en mi cabeza mientras un nudo en mi garganta me llevaba a otra habitación pensando además que esos niños ya habrán dejado de existir o estarán convertidos en un caminante curvado por casi cien años de vida.
Con mucho olfato turístico, se encuentra habilitada una salita en donde se venden objetos de la casa Milá pero en su mayoría son juguetes de la época (carritos de lata, cajitas musicales, caballitos, etc), se lograba respirar la nostalgia de aquellas épocas, pese a que nunca las viví. Por ahí divisé a un gringo que lloraba quizás recordando algún momento de su infancia, con aquellos básicos juguetes llenos de recuerdos.
Arriba en la azotea, la terraza es un paseo por el cual se deambula entre chimeneas, ductos de ventilación y salidas de cajas de escalera.
En cualquier otra construcción esto sería equivalente a andar como un gato sobre el tejado, mientras que en la Casa Milá, uno camina como en un bosque encantado, lleno de curvilíneas policromías. Es una isla situada en lo alto, un momento en la ciudad en donde las cosas cobran otro modo de ser vistas. Por primera vez me encontraba fotografiando una chimenea como si fuera una escultura. Esto es de una enorme visión sobre lo que Gaudí intentaba rescatar. Lograr rever el mundo de lo práctico, apreciar los espacios residuales y mostrar la belleza que estos entrañan.

Casa Batlló

Esta obra nos muestra el esplendor del arte moderno Gaudiniano. El que sea un edificio de departamentos es una excusa para mostrar una de las creaciones más bellas que haya hecho este genial arquitecto. El recorrido que puede hacer el público común y corriente es a través de su planta maestra (2º piso), caja de escaleras, los desvanes y la terraza en el último piso junto con las chimeneas, lo demás es recinto privado. El refinamiento en los detalles más inusuales es exquisito. Hay cosas que me cuesta comprender en la laboriosidad con que Gaudí acometía cada terminación. Ciertamente tuvo cuatro excelentes colaboradores, a parte de todos los obreros que trabajaron con él, los cuales supieron plasmar sus intenciones de manera perfecta.
Esta es una casa de fantasía, llegar al living y ver como la lámpara de centro se retuerce en el cielo, me daba escalofríos. Otro acierto es que tanto en la casa Batlló como en la casa Milá hay muchas niñas jóvenes, las cuales en cuatro idiomas, van orientando al visitante para que logre desplazarse sin ese extravío propio del que llega por primera vez a una casa y no sabe por que puerta se entra o se sale.
Cuando diseñaba en la escuela de arquitectura, siempre me quejaba que mis obras, en algún punto no estaban lo suficientemente terminadas, pero que lo medular de ellas al menos estaba logrado. Hay partes de las obras que no requieren tanto trabajo pues o no se ven o quedan a las espaldas de lo importante. En el caso de Gaudí, hasta los ductos por donde pasaban cables de teléfonos tenían la terminación que algún albañil con delicada proligidad, logró darle antes de terminar la obra. Es impensable, para los tiempos de hoy, darse los lujos de trabajar un muro con cuatro capas de cerámica para que puedan cobrar la forma de un paraboloide hiperbólico. Las catenarias (curva que forma una cuerda entre dos puntos que no están en la misma vertical) que invertidas se transforman en arcos sinusoidales, ablandan los espacios de la casa reinventando en la deformación de lo conocido, una nueva forma para las chapas, las manillas, puertas, ventanas, closet, muebles, llaves, etc.
Me imaginaba al arquitecto caminando por esos espacios y sonriendo cada vez que lograba dar con el espacio concebido en su mente. A pesar de que dicen que era muy serio, es imposible no sonreír cuando logras algo maravilloso y único.



El Templo de la Sagrada Familia


Al llegar al templo de la Sagrada Familia, hay que retirarse a un costado de la Diagonal, que es una de las calles principales de la ciudad, por eso no es tan fácil dar con la iglesia pese a su altura. Pero al divisarla entre los edificios aparece como un trofeo, como una joya de delicada factura, rodeada de turistas con la mirada perdida en los torreones.
El templo contiene tal nivel de detalles que explican claramente el por que Gaudí dedicara 40 años de su vida y solo viera terminado un cuarto de su obra.
Actualmente el templo se construye como se ha hecho desde 1883: con limosnas. Que a través de los años han sofisticado su publicidad, la que cada año va cambiando y a la cual se suman la venta de souvenir y las entradas de visitantes. Incluso así, se prevén otros 50 años para su término.

El templo comenzó a construirse en 1882, por orden de un excéntrico librero llamado José Maria Bocabella, para la asociación espiritual de los devotos de San José. Se ofreció, para las obras, el Arquitecto diocesano Francisco de Paula del Villar, quien al poco andar comenzó a tener problemas con la junta de administración del proyecto quienes finalmente lo sacaron de la dirección.

Pero aconteció algo poderosamente místico una noche para Bocabella, pues mientras dormía, soñó con un joven arquitecto de penetrantes ojos azules, el cual acudía a salvar el templo de la Sagrada Familia. En una reunión que sostuvo el librero con el asesor de la Asociación conoció a su “elegido”, quien iluminaba con su añil mirada, todo un futuro visionado por Bocabella. A su debido tiempo, Gaudí tomó las riendas del proyecto e inició el nacimiento de una obra para toda la humanidad.

Me subí a todo lo que tenía escaleras y pude llegar hasta la punta de los torreones de la fachada del nacimiento. (Es la típica foto de la escalera espiral que sale en casi todos los libros de Gaudí y que es comparada con un caracol).
Dentro de la torre pensaba que todo es muy antiguo, esos torreones tienen 100 años y los edificios que habíamos recorrido con mi madre, pese a que se asemejaban a muchos en mi país, al ser construidos 50 años antes, tenían una data muy difícil de calcular. Todo lo que veía por ahí construido podría tener más de 400 años.
Debajo de la iglesia pueden apreciarse tres hitos importantes:

- Gaudí está enterrado en la capilla, la cual se puede ver desde unos pequeños ventanales. Una pantalla de TV filma en “vivo” la lápida de Gaudí muerto.
- Existe una exposición de los diseños en yeso a escala, de la ornamentación que va terminando el templo. Los detalles constructivos son interminables.
- Una maqueta “funicular” explica el complejo cálculo al cual fueron sometidos los arcos del templo.
Ocupando los avances de la fotografía y de un ingenioso sistema de cálculos, Gaudí empleaba saquitos de arena colgando de cuerdas en los puntos en donde se encontraban las cargas que le daban forma a las catenarias, todo este andamiaje iba tendido del techo. Luego fotografiaba el conjunto y al voltear la imagen, obtenía el diseño de cargas que tendría la estructura del templo. No recuerdo haber visto otro arquitecto que ocupase diseño estructural igual.

Por el costado de la fachada del nacimiento, en el portal del Rosario se encontraba una exposición de los tipos de granitos y mármoles ocupados en el templo. Luego cuando vas a ver los pilares notas la diferencia de colorido entre los más resistentes que son de granito rojo y que sostendrán la torre central, los de altura media son negros, de basalto y los que sostienen toda el área del transepto (nave transversal que forma el brazo corto en una iglesia de planta de cruz latina) y que poseen la forma de apios son de otro tipo de granito blanco.
Gaudí decía que las iglesias góticas poseían un error constructivo debido a que conseguían equilibrar sus fuerzas con las arbotantes (Estructura en forma de medio arco colocada en el exterior de las iglesias, usada para transmitir el peso de las bóvedas a los contrafuertes) hacia los lados del templo, de tal manera de poder lograr mayor altura, sin embargo él dispuso la solución constructiva de un pilar inclinado a media altura por medio del cual lograría que este templo fuera alto y esbelto, sin muletas que ayudaran a lograr su altura, las cargas propias de la estructura irían por dentro a diferencia de las catedrales góticas.
El templo se compone de 12 torres que representan a los 12 apóstoles y la torre central representa a Jesús, la que rematando con una cruz se yergue hacia el cielo en busca del padre. Es un libro abierto lleno de historias bíblicas contadas en escenas petrificadas, que juegan con la luz ocupando su libre transitar como el combustible de los efectos de luces y sombras de su mágico interior.
Sentado fuera del templo pensaba dos cosas: Es difícil determinar cuando se terminará; mientras eso sucede, la historia del templo sigue su curso, se hace más conocida en el mundo entero y cumple con dos profecías hechas por el propio Gaudí:
“vendrán miles de personas de otras partes a ver lo que estamos haciendo”, y cuando le preguntaban por el término de las obras decía:

“Mi cliente no tiene prisa”.

El parque Guell

Diseminadas por Barcelona se encuentran la mayoría de las obras que Gaudí construyó en sus mejores años. Mientras comenzaba su buena racha como arquitecto se encontraba diseñando el parque Guell para su mecenas, Eusebi Guell. Una idea vanguardista para entonces pues se trataba de un parque dividido en loteos que luego serviría como un gran jardín para las casas que allí se construyeran, sin embargo solo se vendieron dos predios y el proyecto, como tal, fue abandonado. Pero el joven arquitecto realizaba el trazado del parque y sus casas famosas mientras vivía en una casa estilo art nouveau ubicada dentro del mismo parque. Eran buenos momentos para Gaudí.
Con casita en el parque y trabajo a todo dar. Resulta paradójico luego de como se alzaba su carrera, ver como termina, despojado de todo bien durmiendo en el templo entre maquetas y moldes de yeso. Claro que al conocer los designios de Dios sobre su quehacer, no queda más que rendirse al “primer divino cliente”, quien le dio la oportunidad, mientras se despojaba de las riquezas y la fama, de regalarle a la humanidad una nueva forma de ver la arquitectura y por ende la fe.

Le pedí a mi madre que me sacara una foto. Me tendí como una serpiente curvado por las líneas oscilantes de los escaños arriba de la sala hipóstila (espacio sostenido por columnas), pero no salió como yo quería. Le pedí luego que me sacara una foto acostado sobre esas olas de piedra petrificada que tiene el parque en su parte inferior, pero tampoco resultó. Será que todas las mamás toman el mismo curso de fotografía o qué?

Capitulo XVII

UNA NOCHE DE SALSA


Faltaban muchas obras más de mi admirado arquitecto pero estaba tan cansado que ya no tenía ganas de fotografiar más edificios, me sentía como un pintor de naturalezas muertas, quería más vida, conocer a los catalanes, saber lo que pensaban, como vivían. Solo me habían dicho que eran distantes y mucho menos cariñosos que los españoles del sur.
Me comuniqué con una amiga de mi hermano que vivía en Barcelona y luego de unos telefonazos logramos juntarnos en la plaza Catalunya.
Nos reunimos en un café a conversar junto a mi madre y a su tía. Me sentaba viendo sus sonrisas brillar en el marco de sus rostros mulatos, que para una cafetería tan cosmopolita, situada en el centro de Barcelona, no era novedad alguna. Viviana nos relataba algunos pasajes de su vida y de cómo había llegado hasta ahí sin ningún euro en los bolsillos y de cómo había surgido junto a su novio catalán.
Mi vieja comentaba pormenores de nuestro viaje por Egipto y su tía intervenía con fragmentos de la revolución cubana. Totalmente fuera de contexto pero le daba un gustito a exilio, que me hacía sentir medio clandestino.
Le propuse a Vivi que fuéramos en la noche a bailar salsa junto con su novio y de esa manera yo podría conocer gente viva y transpirada. Aceptó la invitación, sin embargo luego le dijo a su novio que fuera con migo pues ella se sentía agotada. Para mí, quien fuera que viniera, era mi puerta hacia el corazón de Barcelona.

En la noche me llamó al celular un catalán con voz gastada como casi todos los que escuché:
-“Hola… Federico?..puez soy Mario, novio ve Vivi. Voy a pasar por voz como a las 11 a tu hotel, esperádme en el acceso”.
- Ok, respondí y salí del hotel.
Cuando llegó me miró de pies a cabeza y me dijo: “Bueno, no esh por nada pero debeis cambiaros un poco”. Haciendo ademanes con las manos tratando de definir algo en el aire.
“Mirá, que aquí los latinos son bastante pretenciosos y puede que no os dejen entrar si vais muy deportivo eh!”.

- Yo, como soy salsero de años, traía mi tenida preparada, así que le dije: no hay problema, te entiendo perfectamente, subo y en dos minutos estoy de vuelta. Rajé a mi cuarto, saqué mis botas de huaso, mis jeans gastados y mi camisa negra arrugada, era la mezcla top que uso solo para matar (Bueno, matar es un decir, pues si logré algo con la camisita fue que no me dejaran afuera). Salí nuevamente, él asintió con la cabeza y con un leve guiño en los labios mostrando su sorpresa por la rapidez y la precisión del vestuario me dijo: “Puez ahí si, ahora si podeis ir a ligar”. (ligar?, chucha parece que el catalán me tenía preparadas unas cuantas sorpresas. Mientras no fuera con él, todo estaría dentro de los parámetros normales del buen comportamiento salsero. (“Buen comportamiento”, también es un decir, pues a las catalanas les repulsa mucho ser tratadas como sexo débil. Ni que las vayas a dejar, ni que les des el asiento ni que nada, si te acercas te acercas y ya).

Al llegar a la entrada de la salsoteca estaban los infaltables negros con cara de perro (pensé que solo era en EEUU, pero los usan en todas partes del mundo), con los cuales Mario dialogó y logramos entrar sin mayor trámite. Yo saludaba como Jackie Chang en USA (con esa sonrisa media huevona de quien viene recién llegando), obviamente los negros ni me miraron.

Entramos y me sentí igual que cuando un gringo llega a Rusia y se mete a un Mc`Donals…en casa por fin!. Sabía que eran personas que no conocía, suecas, catalanas, mulatas, francesas, etc. Un paisaje parecido al que acostumbro a ver en las salsotecas de mi país pero todo multiplicado por tres; la gente, los espacios, la belleza y las ganas.
Mario me presentó a alguno de sus amigos, a los cuales los unía la mirada de buitres sobre el paisaje fémino. Eran de esos tipos que mientras les hablas le ves los ojos deambular entre cuerpos y voluptuosidades que difícilmente les permite escucharte, pero que para rematar son pésimos actores al momento de asentir con la cabeza simulando haberte entendido.
Me preguntaba, este lenguaje lo conozco, estas miradas las he visto, la energía era muy familiar, así que solo tenía que ponerme a bailar.
Debo haber bailado 3 horas seguidas con 10 mujeres distintas y en cada intermedio estos “amigotes” me preguntaban como me había ido, si había “ligado con alguien”, yo solo pude bailar y disfrutar de distintos cuerpos, miradas, sonrisas, movimientos, vueltas y pasos. Creo que ligar o enganchar con alguien no tenía cupo en mi agenda, sentía que me liberaba de toda esa tensión acumulada, por la sed de compartir luego de haber fotografiando toneladas de piedra, alabastros y areniscas. Difícilmente iba a poder hablar mucho en un lugar tan ruidoso, pero fue un momento genial.
La atmósfera, si la pudiera describir desde las mujeres que vi, sería así: A la negra la animaban sus amigas mientras yo levantaba mis manos lo más alto que podía por que me aventajaba por 8 centímetros por lo menos. Luego la fina catalana reía mientras le giraba. La sueca de pelo corto era enérgica, rápida en sus movimientos y gustaba de la salsa casino. La música estaba genial, de descarga como dicen los cubanos, muy buena. Y yo me sentía flotar en un mar de gente, entre infinitas direcciones; de destinos, miradas, sonrisas y tribu. Era como estar en Zion (la ciudad escondida de la película Matrix). La sensualidad de las figuras femeninas, miradas que se cruzan; algunas indiferentes, otras al encuentro para terminar en danza de sexos, enfrentados uno al otro, separados solo por delgadas prendas que se mojan al son del sudor y la música. El alcohol hace su parte y los labios brillan en la penumbra, construida por el artificio de luces y cigarros. Ritmos candentes, calientes, transitan por la carne componiendo figuras en movimiento, trasladándose de mujer en mujer, acariciando mi ego como musas griegas en el prado de mis pasiones. ¿Es, acaso, necesaria una relación sexual, si puedo sentir todo esto bailando?. Todo depende, lamentablemente (no todo es poesía), de la resistencia al periodo de abstinencia, que para mí, todavía era soportable.
De vuelta al hotel rematé con una caminata solo por la noche Barcelonesa y entre adolescentes borrachos, muchachos en motocicletas, niñas en bicicleta a las 4 de la mañana como si nada, descansé mi ansiedad protegido por el manto de una noche de otoño, en un lugar tan cercano en mis historias de estudiante pero tan lejano geográficamente. Hoy cumplía, despierto, mi gran sueño. Hoy era el momento de negociar con Dios y con el Diablo, porque pagar todo lo vivido me parecía imposible.

Wednesday, May 17, 2006

Capítulo XVIII

VIAJE A FIGUERAS
“el surrealismo soy yo”


Anidándose sobre la cama, de vez en cuando, mi madre dejaba caer un libro y exclamaba: “Estoy cansada, ya quiero volverme”. (Faltándonos tres días para la vuelta).
- Si pudiera me volvería hoy mismo.
- Pero mamá, date permiso para descansar, para aburrirte un poco y dejar de pensar, o bien: piensa en todo lo que hemos vivido y camina tranquilamente por la ciudad.

Luego de 10 minutos, saltaba de la cama y me decía:

- Debemos ir a Figueras a ver las obras de Dalí, no me voy a quedar aquí deprimiéndome en un hotel, para eso pagué por un viaje, debemos averiguar como llegar hasta allá.
- A mi ya no me quedaban fuerzas pero sabía que si lográbamos llegar a ver las obras de Dalí, mi viaje estaría completo.

Resultado: partíamos en tren a las 12 hrs. para Figueras.
Es un viaje agradable, con varias paradas, se puede coger el tren desde la estación que está en la esquina de la casa Batlló. Llegamos en dos horas, con lluvia a un pequeño pueblo. Lo bueno de todos estos pueblitos es que están tan bien constituidos que nunca aprecié desorden, o espacios sucios y residuales.
Llegar al museo es cosa de conejear entre calles y preguntar la dirección a seguir, se llega muy fácilmente.
El museo aparece con sus clásicos huevos blancos coronando la fachada roja, la cual mantiene adheridos panes dorados por todo su perímetro. Pero por qué panes?... porqué Dalí pensaba que el pan era oro divino, el nutriente espiritual que nos salvó en el desierto (maná), Y por que los Huevos?. Dalí siempre dijo que él había nacido de un huevo. De hecho en un documental sale él de un huevo diciendo: “nace aquí Dalí…”, aludiendo al nacimiento de un hombre nuevo. Se ve genialmente Kitsh. (Es como el huevo primordial de los egipcios)
El antiguo y siniestrado teatro del pueblo fue restaurado y convertido en este inusual museo del Maestro del surrealismo. Contemplaba sonriente las fachadas del museo pensando en lo picado que debe haber estado André Bretón (el fundador del movimiento Surrealista), cuando Dalí, haciendo gala de su magistral irreverencia dijo por televisión: “El surrealismo soy yo”. Hay que ser muy cara dura, pero el viejo tenía talento y buscaba siempre impactar de frente hasta retorcer la realidad.
En una de las salas se reproduce un cuadro en donde aparece el rostro de Mae West, una actriz estadounidense de los años 30, que por su controvertida y singular personalidad cautivó a Dalí. Sin embargo además de retratarla convirtió la escena en un set tridimensional hecho en base elementos de un estar: los ojos son dos cuadros en la pared, la nariz es una chimenea y los labios son un sofá. Toda esta escena es una gran sala por la cual se puede circular como si habitaras la obra.
Escondido detrás de las paredes y con la posibilidad de ser visto a través de pequeños orificios se encuentra la versión Daliliana del paraíso perdido. Si miras pacientemente veras una oreja recostada sobre una cama en medio de un jardín por la que pasa un riachuelo de agua que brota de una llave de patio abierta.
Desde muy pequeño, mi padre me mostraba los relojes derretidos sobre una mesa y me decía: “mira que genial este pintor surrealista que se le ocurrió pintar unos relojes así”, me los mostraba con tanta pasión que comencé a mirar más de cerca sus cuadros y para cuando estudiaba en la universidad, estudié el como lograba dar con sus oníricas imágenes.
El planteó un sistema que autodenominó: “paranoico critico”, aludiendo a que, desde la paranoia, se establecen una cadena de acciones plenamente justificadas pero desde una premisa falsa y por consiguiente se generan dobles lecturas de una misma realidad. Cosa que no es muy difícil ver en toda la primera gran etapa de este artista en donde las imágenes se advierten como un cúmulo de objetos que a su vez son un rostro y luego se trasforman, al cambiar la mirada, en un cuerpo desnudo o en un automóvil, etc.
Para cuando Dalí ya era famoso, la guerra, la bomba atómica y los movimientos Dadaísta, Futurista y Surrealista, le otorgaron un replanteamiento y él comienzo de una etapa que llamó: “atómica”, en donde las imágenes paranoicas y oníricas se descomponían en pequeños átomos explotando y que al relacionarlos unos con otros formaban imágenes a dos o tres lecturas distintas.
Su amor por Gala, su esposa, amiga, modelo, musa y administradora de la gran riqueza de Dalí, lo ha hecho merecedor de una gran simpatía por parte de las mujeres que ven en él a un genio loco, parecido a Picasso, pero no tan picado de la araña, sino más bien con un sentido de la fidelidad fuera de serie.
El museo es un cúmulo de obras de realidades fronterizas, sacadas de sueños y conceptos que Dalí amasó a través de su vida. Siempre le gustó ser o aparecer como un loco irreverente, siempre amó a Gala y a su dinero, siempre le dijo sí a una nueva realidad y le regaló a cada pueblo donde el vivió, un museo del cual hoy se benefician sus calmados y pasivos habitantes.

Capítulo XIX

DE VUELTA A CASA
Las cinco mujeres



Llegamos agotados al hotel León, cerca de la Plaza Catalunya, pero nuestro viaje estaba completo. Las pirámides de Egipto, un crucero por el Nilo, el museo del Cairo, la ciudad de El Cairo, las ciudades de Italia: Roma, el Vaticano, Pompeya y su historia, Milán, Florencia y Verona con su belleza y poesía, Venecia húmeda y mágica, los Alpes y los Apeninos, Barcelona y las obras de Gaudí y por último el museo de Dalí ( miro hacia el horizonte asintiendo con la cabeza, los ojos achinaditos en son de logro extremo y con música de fondo tipo fanfarria celestial).

Pero mi madre, todavía insatisfecha me dijo: como nos vamos a perder una presentación de flamenco (es sabido que Barcelona no es el mejor lugar para ver este tipo de espectáculos, pero es España también, y para los gringos hay de todo obviamente espectáculos para que ellos se empapen del flamenco).

Estaba claro que era algo “imperdible”. Así que fuimos a un teatro ubicado en la Rambla, a ver un espectáculo de opera y flamenco.
En el teatro, aparecía en escena un guatón que cantaba: Granaaaada!! y luego unos bailaores zapateaban 10 minutos, luego una mujer que cantaba: “la española cuando besa… y olé, …es que besa de verdad”!... y nuevamente los bailaores y así nos fuimos una hora y media.
He visto mejores espectáculos en mi país, pero entiendo que este es un paquete hecho para que los turistas reciban lo que querían ver y escuchar, algo así como un barniz de lo clásico, no la esencia sino lo que todos conocen. Mi mamá tuvo lo que quería y nuestro viaje llegaba a su final.
Preparados con nuestras maletas salimos hacia el aeropuerto de Barcelona a las 14.00 horas, medios nerviosos y con algún sobrepeso en las maletas. La lluvia comenzaba a bañar la ciudad y el invierno se hacía presente con más evidencia en las temperaturas. Dejábamos Europa comenzando a enfriarse y volvíamos a Chile en pleno verano, mucho mejor arribo sería para nosotros llegar a un país luminoso luego de haber paseado por el viejo continente cada vez más oscuro.
El avión se retrazó por la intensidad de la lluvia y se presagiaba mucha turbulencia. El vuelo hasta Frankfurt tuvo tanta turbulencia producto de la lluvia, que a veces pensábamos que en vez de avión habíamos tomado un barco (terminamos como “batido” de turistas).
Una mujer de pelo negro y esculpida figura se sentó a mi lado, se veía nerviosa por el clima. Haciendo uso de mi ingles atarzanado le pregunté: “is raining very much”?
Ella me miró y me dijo “I don`t speack english”, mientras se aferraba con sus largas uñas al apoyo del asiento. Sus labios carnudos y apretados evidenciaban los vacíos de cada caída del avión.
Mi madre se reía con la confianza de tener ocho vuelos en el cuerpo. Yo pensaba: se cree la muerte por que ahora es una mujer súper viajada, era como si hubiese tomado un curso intensivo de insensibilidad a los riesgos.
Era el regalo de mi madre, como muchos que me hizo en la vida, pensaba mientras la señora a mi lado se hundía tensa en la butaca.
Desde niños mi vieja nos observaba y sacaba sus conclusiones: este va a ser bueno para el dibujo y nos metió a estudiar dibujo. Este va a ser bueno para tocar guitarra y mi hermano tocó guitarra, serán buenos para bailar y casi todos bailamos Ballet Ruso, flamenco y salsa. Mi vieja con sus pocas monedas llevó a mis hermanas a Miami, y me invito a Egipto y Europa con el premio de una jubilación que se la peleó a la Contraloría General de la República, casi hasta quedar más enferma de lo que estaba. En algún momento antes de tirar la esponja y decir: que mas da recibiré una jubilación miserable. Resistió la presión, se hizo asesorar y logró lo que se merecía (que obviamente es mucho menos pero que va). A las dos semanas decidió que si no gastaba ese dinero en un viaje a Europa, nunca en su vida lo haría.
Ella contaba que al estudiar en la Universidad Católica, la mayoría de sus compañeras ya había viajado a Europa y que tuvo que vivir siempre con el estigma de ser como una provinciana habiendo sacado un título profesional y educado a cuatro niños. El costo sería dejarlo todo por ellos. Hoy día había cumplido su sueño y me llevaba a mí de testigo.
Desde que salí del colegio vi a mi madre cada vez menos, luego cuando decidieron separarse con mi padre, los vi menos aun.
No podría decir que soy muy apegado a mis padres, más bien he sido un hijo que siempre ha llegado de visita, sin embargo cuando nos tocó vivir esta travesía juntos, veía el sentido que tenía todo este viaje, pese a que mi madre, en el colmo de sus cansancios me dijera que estaba arrepentida de que viniera con ella (ah!, mujeres, pero bueno fui educado por cinco de ellas) entendí que antes, en el inicio de su matrimonio comenzamos nuestro viaje de madre e hijo, nuestro contacto de ombligo y placenta, placentero abastecimiento de leche y cariño.
Fui su primera gran experiencia como madre y la brújula que cambió su vida para siempre, quizás la piedra de tope que le impidió viajar y ahora el apoyo con el cual dio su gran salto por sobre sus temores y limitantes.

Pareciera ser que la vida nos hace dar vueltas para reconocer que probablemente lo que en un momento nos detiene es justamente lo que luego nos da impulso, o lo que hace perder el sentido, mañana nos hace recobrarlo con más fuerza.
Mientras pensaba, mi madre me escuchaba murmurar y me preguntó por esas cinco mujeres que me habían educado. Le respondí que era algo simbólico pero que: la primera era mi madre y me enseñó a amar a los hijos y a no perdonar los errores de mi padre; la segunda era mi abuela, que me enseñó a amar a la familia y a desconfiar de todos los que no la conforman; la tercera fue mi pareja quien me enseñó a abandonarme en ella; la cuarta fue mi hija que me enseñó a que se puede amar a una mujer aun más intensamente sin desearla y la quinta fue mi amante pues me enseñó a amarme verdaderamente. Mi mamá saltó del asiento mirándome con los ojos desorbitados:
- Qué!!, tienes una amante?!!!
- No mamá. Por eso te dije que era algo simbólico, era para mostrar los cinco roles con que somos rodeados los hombres a mi parecer.
- No me gustó nada tu ejemplo, replicó.
- Bueno si quieres vivir tensa como la señora que tenemos al lado, puedes tomártelo todo a pecho, pero piénsalo bien:

La quinta mujer podría haber sido cualquiera de las cuatro anteriores, lo puede estar siendo mi mujer. Tú o mi abuela lo pueden haber sido. Mi hija quizás lo puede llegar a ser. Todo depende del punto de vista, del papel que te corresponda ocupar en la vida y del momento en que vivas.
Mi mamá se rió y siguió leyendo como de costumbre. A mi lado yacía en estado de bulto la esbelta y curvilínea señora alemana ya un poco más tranquila.

Llegábamos a Frankfurt con un retraso de una hora y media y a penas bajamos del avión la gente comenzó a correr hacia el otro Gate buscando el vuelo de combinación. Al parecer estábamos a punto de perder el avión o ya lo habíamos perdido. Al llegar al Gate, nos encontramos con un tropel de gente mirando para todos lados buscando explicaciones, perdón, buscando alguien que les pueda explicar, por que nadie decía mucho en ese aeropuerto gigantesco, lleno de gente, direcciones y destinos.
Unos portugueses comentaban que al parecer debíamos quedarnos en Frankfurt. Yo pensé: Cagamos!. Peor aun, por los altoparlantes escuché: “Sr. Frederico Olivera”, con un acento alemán. Partí medio derrotado al mesón asumiendo que no habría más remedio que quedarse como fuera y en donde fuera. Al llegar le digo al Sr. que he sido llamado por los altoparlantes y le muestro mi pasaje.
- No es Usted señor.
- ¿Cómo, si escuché mi nombre?
- No, es el Sr. “Eurico” Olivera, quien se encuentra ahí.
- Miré a mi lado y vi a un portugués de barba, que sonrió confirmando lo que me habían dicho.
- Le extendí la mano y le dije, así que somos parientes eh!.
- “Si, mucho gusto”, asintió con la cabeza.
Me retiré sonriente por el humor de aquel caballero y porque todavía enfilábamos rumbo a Santiago sin perder el vuelo.
Solo quedaban diez y siete horas de vuelo para llegar a nuestro país y la ansiedad de llegar se nos juntaba con pena del término de un viaje maravilloso.
El viaje de vuelta fue un calco de lo que vivimos de ida, solo que al llegar al continente americano pudimos ver el gran cordón montañoso de la Cordillera de los Andes y comprobar que los Apeninos o los Alpes son montes de barrio comparados con Los Andes.
La sensación de volver a la casa, a lo que uno denomina o entiende por su lugar, su gente, su barrio es muy fuerte y solo se siente si uno sale hacia el extranjero, permanece y añora volver.
Recordaba cuando estaba pagando la entrada a la casa Batlló y la cajera con un tono español me dice “vos sois chileno” y con extrañeza le pregunté como se había dado cuenta. Inmediatamente desapareció su tono y me lo dijo:
- “soy chilena”, con tristeza y añoranza me dijo: “pero ya deseo volver a mi país”.

Mi mamá con un tono de quien lucha por la independencia le dijo: “serás bienvenida”.
Será Bienvenida?, de seguro olvidaríamos su rostro al salir del museo, pero bueno, uno se emociona al encontrarse con otro chileno sea donde sea, mientras no te lo topes a la salida del estadio o en un callejón oscuro.

Llegábamos al aeropuerto de Santiago, Comodoro Arturo Merino Benítez, y en la aduana, para confirmar nuestros miedos, algo ocurrió.
Yo traía envuelta en una bolsa, con sospechosa apariencia, arena del desierto de Egipto (lo encontré tan simbólico), pero el paquete tenía una apariencia al de los que salen en la televisión como muestras de pasta base confiscada. Mi vieja traía una placa de piedra de dos kilos de peso, más cachureos por doquier.
Nos detuvieron y pidieron abrir su maleta. Me preguntaron por ese extraño paquete que tenía apariencia de pantalla de noteboock. Les dije que era una placa de piedra que mi madre había comprado en las canteras del valle de los reyes en Egipto, la vieron y salimos de ahí.
Entre el perro cocalero que nos olía por todas partes, las policía Internacional, aduana y el SAG, nos sentíamos como traficantes. La gente se quejaba por las medidas de seguridad. En EEUU detonan una bomba y nosotros al día siguiente estamos revisando los bolsos, como si tuviéramos los mismos intereses, el mismo poder y los mismos enemigos. Somos como el hermano chico, ese que mientras ve que el hermano mayor juega fútbol en un equipo de liga, golpea una pelota de papel de diario para ser como él. Me gustaría imitar las ganas con las que se creen su juego.

Por un momento y después de pasar por todos los controles, las manos de la muchedumbre se agolpaban mostrando papeles como en todos lados, con un nombre o un destino. El tiempo volvió a detenerse y un silencio envolvió mi mirada. Buscaba unos ojitos que de pronto se asomaron detrás de unas personas. Era Jazmín, mi hijita de seis años y más atrás Andrea, mi pareja. Tragué saliva emocionado por nuestro reencuentro, ellas corrían como locas buscando un espacio entre tanta gente. Me parecía un pequeño milagro, el de encontrar cuatro brazos cariñosos de dos mujercitas, entre tanto mundo anónimo y ocupado en sus destinos.
Pese a todo sabía que no podía olvidárseme que estábamos en Chile y que un descuido significa quedarse abrazado a mis mujeres pero sin maletas, así que solo me tranquilicé hasta que subimos a un transfer y volvimos a casa.
Un viaje dentro de otro mayor estaba por culminar y explorando en mi corazón sentía lo mismo que uno experimenta cuando una canción que le gusta está por terminar, quieres que no termine pero deseas escuchar el final.

CONCLUSION



Viajar es partir con una intensión y obtener como resultado un regalo impensado. Solo en viaje entiendes por que amas un lugar, y por que amas a ciertas personas. Comprendes el sentido del terruño, de cual es tu lugar en el mundo. O bien descubres, con mayor o menor sorpresa, que no tienes un lugar al cual aferrarte.
Viajando uno entiende que por muy lejos que llegues, para alguien es su propia casa, tan natural, tan cercana y cotidiana. Puedes estar muy lejos de tu lugar y sientes que sigues siendo parte de una gran comunidad. A veces ser un turista tiene sus ventajas y luego te sientes parte de un ganado que consume todo el pasto que le dan.
Al viaje hay que acudir sin temor, hay que dejarlo en la tierra natal. Debemos aprovecharnos de ese velo que nos hace caminar por lugares remotos ignorando su presente, desconociendo las fronteras que separan un barrio de otro y sus consecuentes riesgos. Disfrutar de la no pertenencia al lugar, que posibilita caminar entre muchedumbres inyectadas de potenciales peligros sin el fantasma de las desgracias.
Las grandes construcciones son un libro abierto que nos hablan de cómo vivieron nuestros antepasados y por eso no es menor, dejar en la arquitectura y en las obras de arte, lo que pensamos y sentimos de nuestro modo de vivir el presente. Si imitamos algo foráneo, nadie podrá recordarnos jamás (inmediatamente me aparece la imagen de la escultura del indio Colo-Colo instalada en el cerro Santa Lucía, que en realidad es un indio apache americano)
Solo sobreviven al paso del tiempo, los primeros, los mejores y los únicos. Solo trascienden a los cambios las culturas que aman ser como son, que luchan por disfrutar sus momentos de vida y así quienes nacieron después de ellos gustarán de recordar lo bien que la pasaban sus ancestros y querrán revivir sus momentos en vida.
Construir el mundo que nos rodea como si estuviéramos cultivando el mismo paraíso, que después de un viaje se convierte en la tierra prometida.
Creer en los sueños y luchar por ellos por muy locos que estos parezcan, sus resultados serán maravillosos si logran romper nuestros paradigmas personales y sociales.
Nunca perder de vista nuestra connotación mortal y pasajera. Que el tiempo hace que nuestros momentos sean únicos e irrepetibles y que si no los vivimos con total lucidez los habremos perdido para siempre. Nadie más logrará ni concretará lo que nosotros no hicimos.
Para dar con un resultado hay que salir con una intención. Si no se va con un propósito por la vida, esta te dará la dirección que más le acomoda y no la que más te sirva. Pero con una misión bajo el brazo, las acciones de la vida se deslizan como bálsamo por los rizos de tu historia, no a pie forzado, en pugna constante por lograr lo que se espera de uno, de la relación de una pareja, del cargo en una empresa o de la imagen de un país.
Obviamente nuestros líderes debieran darnos un propósito como país, que sumado al; “crecer económicamente con igualdad” nos enfoque hacia algo con identidad, como por ejemplo:
Ser los más alegres de América ( por algo estamos mejor o no?), ser los mejores para zapatear ( de hecho lo somos pero no lo sabemos),somos solidarios para las grandes cruzadas pero debiéramos partir por saber dar. Dar un incentivo a quienes nos sirven , felicitar más a menudo, dar gracias por tenernos en paz y lejos del odio entre grupos políticos o grupos racistas, elogiar más y piropear con decencia, cosa que también debieran aprender las mujeres de este país. Este arte urbano se escucha mucho mejor desde un poeta (Chile esta lleno), que de la boca de un maestro de la construcción, aun siendo una casta bastante particular de poetas de la urbe en obra gruesa.
Ser los más ingeniosos, pero no para robar que es nuestra humillante carta de presentación mundial.
Y luego saber mostrar todas estas bondades de manera humilde pero orgullosa, con arte y ganas. Mostrar esplendor y no opulencia. Sabernos alegrar por los logros de alguien que ha creído más en sí mismo, que nosotros. Y disfrutar del beneficioso negocio de hacer las cosas para disfrutarlas sin temor al ridículo, explorando más allá del que dirán, jugándosela por un lugar en la familia, en el lugar de trabajo o estudio, el país y el mundo. Un lugar de felicidad personal y no de apariencias para los demás.


Ahora me encuentro sentado nuevamente en mi escritorio, en el mismo trabajo de hace siete años. Procesando información de un lado a otro, saliendo a fiscalizar edificios, multando a quienes no cumplen con la norma. Así como también sigo haciendo mis talleres de Sueños Lúcidos, las sesiones de Mapa de Vida, Culturas de la Muerte y las Maquetas del Paraíso. Pero algo ha cambiado en mi mirada, en mi cuerpo y en mi actitud. Ahora me siento una parte más de este mundo, un eslabón más de la cadena, una persona con unas cuantas palabras más que decir de lo que todos, como humanidad, hemos hecho. Alcanzo a percibir que es posible ser uno y cambiar el mundo, ser legítimamente yo y a su vez convertirme en el hombre como género.
Estoy con mi pareja, mi hija, mis padres, hermanos y amigos y pese a que nunca he sido tan apegado a ellos hoy veo el valor que tiene cada uno, lo importante que somos todos para todos. Porque nuestro instante es tan breve no podemos desperdiciarlo solo trabajando para nosotros. Debemos dejar parte del regalo y entendernos como un regalo para el mundo y para el universo.
Me acabo de parar y mirar por la ventana, es viernes y todos en el trabajo sonríen confiados de que serán dos días de descanso, nadie piensa en volver, solo en que harán algo que les agrada mucho.
Mi silueta se desdibuja en una tarde calurosa de verano, hoy iré a buscar a mi hija de seis años, e inventaremos un juego, haremos un viaje imaginario hacia aquellos lugares que más le gustan, escudriñaré en sus temores para que algún día ella también logre disolverlos en un viaje. Su felicidad será mi pequeño regalo que recorrerá el mundo en unos años más.